VERGAS NORMALES CON CHAVAS

Se debían aburrir en la verbena y regresaron a casa. Aunque eso lo veía crudo.

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Valiera la pena dejarle disfrutar dando. Yo me pegué a la silla. Sergio me lanzó una mirada de advertencia y yo me encogí de hombros, poniendo carita de niño bueno. Empalmado cómo un burro, me arrodillé entre sus piernas, la levanté por la cintura, le acerqué la polla a su peludo, pequeño y virginal chochito, empujé y entró el glande. Al entrar en casa mi prima se colgó de mi cuello y me dio un beso con lengua que parecía que me quería comer la boca. Quité la polla. Justo acababa de correrse cuando sentí que me venía. No lo dijo extrañada. No supe si sentarme a esperar a que apareciera o hacerme notar, porque igual no nos había escuchado conversar a Marta y a mí y se pensaba que estaba solo en casa.

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Me agaché. Me di la vuelta, acojonado. A ver si consigues cambiarle la cara. Se debían aburrir en la verbena y regresaron a casa. Y yo obedecía encantado de la biografía. Luego lo abrí para ver cómo era un chocho por dentro y vi su pequeño agujerito con poco así como carne dentro de él. Yo me limpié su corrida en el grifo de la cocina. Capítulo II A las buenas.

Cuando llegaron mis tíos a la fiesta, nos fuimos, primero ella y después yo. Le oí abrir la fresquera. Me puse allí mismo de rodillas y acerqué la cara a aquella polla que tanto deseaba comerme y que Sergio, en un ataque de locura, me estaba ofreciendo. Por alguien, el alcalde que nos casó época de derechas pero no puso impedimento ni objeción. Quería que todo entre nosotros respirara normalidad, hasta ir a mear. Vi cómo se sacudía, cómo sus gemidos se hacían deliciosamente sensuales, sentí cómo temblaban sus labios en mis labios, su cuerpo en mi cuerpo, cómo su chochito apretaba mi polla y cómo la bañaba con su corrida. Sergio parecía estar hipnotizado. Entré en la casa y cerré la puerta. Y a los cinco segundos llegó por el pasillo, con gesto hosco.